Los más aficionados a la construcción sostenible estarán seguro familiarizados con un término que ahora se escucha más que nunca en los círculos de arquitectos, diseñadores o aparejadores. Hablamos del passivhaus o, traducido del alemán al castellano: casa pasiva, un estándar de construcción de edificios que nace del compromiso con el medio ambiente.
Formulado de manera oficial en 1988 por los profesores Bo Adamson, de la Universidad sueca de Lund, y Wolfgang Feist, del Instituto alemán de Edificación y Medio Ambiente, el passivhaus nace tras la crisis del petróleo y busca la eficiencia y el ahorro en arquitectura.
Hubo que esperar al año 1990 para ver construido el primer prototipo passivhaus en Alemania, un edificio de cuatro viviendas adosadas en la localidad de Darmstadt subvencionado por el gobierno. Tras ser monitorizado durante un tiempo prudente, se llegó a la conclusión de que, efectivamente, era adecuado para el consumo energético y confortable en su interior.
Es ahora, a las puertas de 2020, cuando la carrera por las energías renovables está a punto de alcanzar su meta autoimpuesta, cuando términos como el passivhaus, asociados a la sostenibilidad y a la eficiencia, parecen haber encontrado un caldo de cultivo perfecto para germinar del todo. Junto a otros conceptos como el de energía casi nula, el passivhaus está construyendo el paradigma de casa de nuestro futuro y merece la pena seguirlo de cerca.
El principal objetivo de la construcción pasiva es reducir al máximo el consumo energético de las viviendas, garantizando temperaturas de confort a bajo coste, con el ahorro mensual de dinero que eso supone para el ciudadano. De esta forma, la edificación busca reconciliarse con el medio ambiente y el ser humano evitar impactos innecesarios y reducir sus agresiones a la naturaleza.
Fuente: Linkis